miércoles, 18 de junio de 2014

HISTORIA DEL ARTE



HISTORIA DEL ARTE

La historia del arte es una disciplina de las ciencias sociales que estudia la evolución del arte a través del tiempo.

Entendido como cualquier actividad o producto realizado por el ser humano con finalidad estética o comunicativa, a través del que expresa ideas, emociones o, en general, una visión del mundo, el arte emplea diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros o mixtos. La historia del arte, como disciplina académica y entorno institucional (museos, mercado del arte, departamentos universitarios, producciones editoriales) se suele restringir a las denominadas artes visuales o plásticas (esencialmente a pintura, escultura y arquitectura), mientras que otras artes son más específicamente objeto de estudio de otras disciplinas claramente delimitadas, como la historia de la literatura o la historia de la música, siendo todas ellas objeto de atención por la denominada historia de la cultura o historia cultural, junto con las historias sectoriales enfocadas a otras manifestaciones del pensamiento, como la historia de la ciencia, la historia de la filosofía o la historia de las religiones. Algunos campos de conocimiento estrechamente relacionados con la historia del arte son la estética y la teoría del arte.

A lo largo del tiempo el arte se ha clasificado de muy diversa manera, desde la distinción medieval entre artes liberales y artes vulgares (o «mecánicas»), pasando por la moderna distinción entre bellas artes y artes menores o aplicadas, hasta la multiplicidad contemporánea, que entiende como arte casi cualquier manifestación de la creatividad del ser humano. La sucesiva ampliación del listado de las «artes principales» llegó en el siglo XX hasta el número de nueve: la arquitectura, la danza, la escultura, la música, la pintura, la poesía —entendida de forma amplia como literatura con intención estética, que incluye los distintos géneros del teatro y la narrativa—, la cinematografía, la fotografía y la historieta (o cómic). Al solapamiento conceptual de términos entre artes plásticas y artes visuales se añadieron los de diseño y artes gráficas. Además de antiquísimas formas de expresión artística como la moda y la gastronomía, actualmente se suelen considerar artes nuevos vehículos expresivos como la publicidad, la animación, la televisión y los videojuegos.

La historia del arte es una ciencia multidisciplinar, procurando un examen objetivo del arte a través de la historia, clasificando culturas, estableciendo periodizaciones y observando sus características distintivas e influencias. El estudio de la historia del Arte se desarrolló inicialmente en el Renacimiento, con su objeto limitado a la producción artística de la civilización occidental. No obstante, con el tiempo se ha impuesto una visión más amplia de la historia artística, intentando una descripción global del arte de todas las civilizaciones y el análisis de sus producciones artísticas en términos de sus propios valores culturales (relativismo cultural), y no sólo de los de la historia del arte occidental. El arte goza hoy día de una amplia red de estudio, difusión y conservación de todo el legado artístico producido por la humanidad a lo largo de su historia. Durante el siglo XX han proliferado las instituciones, fundaciones, museos y galerías, de ámbito público y privado, dedicados al análisis y catalogación de las obras de arte, así como su exposición a un público mayoritario. El auge de los medios de comunicación ha sido fundamental para el mejor estudio y divulgación del arte. Eventos y exposiciones internacionales, como las bienales de Venecia y São Paulo o la Documenta de Kassel han ayudado al fomento de nuevos estilos y tendencias. Premios como el Turner de la Tate Gallery, el Premio de la Fundación Wolf de las Artes, la Medalla Picasso de la UNESCO, el Premio Velázquez de Artes Plásticas, el Premio Pritzker de arquitectura, el Premio Nobel de literatura, la Medalla Mozart de la Unesco de música clásica, el Pulitzer de fotografía y los Óscar de cine también fomentan la obra de los mejores creadores a nivel internacional. Instituciones como la UNESCO con el establecimiento de un Patrimonio de la Humanidad ayudan igualmente a la conservación de los principales monumentos del planeta.



PREHISTORIA DEL ARTE

El arte prehistórico es el desarrollado por el ser humano primitivo desde la Edad de Piedra (paleolítico superior, mesolítico y neolítico) hasta la Edad de los Metales, periodos donde surgieron las primeras manifestaciones que se pueden considerar como artísticas por parte del ser humano. En el paleolítico (25.000-8000 a. C.), el hombre se dedicaba a la caza y vivía en cuevas, elaborando la llamada pintura rupestre. Tras un periodo de transición (mesolítico, 8000-6000 a. C.), en el neolítico (6000-3000 a. C.) se volvió sedentario y se dedicó a la agricultura, con sociedades cada vez más complejas donde va cobrando importancia la religión, y comienza la producción de piezas de artesanía. Por último, en la llamada Edad de los Metales (3000-1000 a. C.), surgen las primeras civilizaciones protohistóricas.
Paleolítico
Artículo principal: Arte paleolítico

El paleolítico tuvo sus primeras manifestaciones artísticas alrededor del 25.000 a. C., teniendo su apogeo en el periodo magdaleniense (±15.000-8000 a. C.). Los primeros vestigios de objetos creados por el hombre aparecen en el sur de África, el Mediterráneo occidental, Europa central y oriental (Mar Adriático), Siberia (Lago Baikal), la India y Australia. Estos primeros vestigios son generalmente utensilios de piedra trabajada (sílex, obsidiana), o bien de hueso o madera. Para la pintura utilizaban rojo de óxido de hierro, negro de óxido de manganeso y ocre de arcilla. Su principal medio expresivo era la pintura rupestre, desarrollada principalmente en la región franco-cantábrica: son pinturas de carácter mágico-religioso, en cuevas, de sentido naturalista, con representación de animales, destacando las cuevas de Altamira, Tito Bustillo, Trois Frères, Chauvet y Lascaux. En escultura, destacan las llamadas venus, representaciones femeninas que seguramente servían de culto a la fecundidad, destacando la Venus de Willendorf. Otras obras representativas de esta época son el denominado Hombre de Brno, el Mamut de Vogelherd y la Venus de Brassempouy.2

En la prehistoria surgieron las primeras formas rudimentarias de música y danza: diversos fenómenos naturales y la modulación de la propia voz humana hicieron ver al hombre primitivo que existían sonidos que resultaban armónicos y melodiosos, y que afectaban a las emociones, al estado anímico de las personas. Al tiempo, la danza, el movimiento rítmico, supuso una forma de comunicación corporal que servía para expresar sentimientos, o para ritualizar acontecimientos importantes (nacimientos, defunciones, bodas). En principio, música y danza tenían un componente ritual, celebrados en ceremonias de fecundidad, caza o guerra, o de diversa índole religiosa. Pronto el ser humano aprendió a valerse de objetos rudimentarios (huesos, cañas, troncos, conchas) para producir sonidos, mientras que la propia respiración y los latidos del corazón sirvieron para otorgar una primera cadencia a la danza.
Neolítico


Pintura rupestre de la Roca de los Moros, en El Cogul.

Este periodo –iniciado alrededor del 8000 a. C.. en el Próximo Oriente– supuso una profunda transformación para el antiguo ser humano, que se volvió sedentario y se dedicó a la agricultura y la ganadería, surgiendo nuevas formas de convivencia social y desarrollándose la religión. En la pintura levantina –datada entre el mesolítico y el neolítico– se dio la figura humana, muy esquematizada, con notables ejemplos en El Cogul, Valltorta, Alpera y Minateda. También se dio este tipo de pintura en el norte de África (Atlas, Sáhara) y en la zona del actual Zimbabue. La pintura neolítica solía ser esquemática, reducida a trazos básicos (el hombre en forma de cruz, la mujer en forma triangular). Son de destacar igualmente las pinturas rupestres del Río Pinturas en Argentina, especialmente la Cueva de las manos. En arte mobiliar se produjo la llamada cerámica cardial, decorada con impresiones de conchas (cardium), y apareció el arte textil. Se manufacturaron nuevos materiales como el ámbar, el cristal de roca, el cuarzo, el jaspe, etc. En esta época aparecieron los primeros vestigios de poblados con una planimetría urbanística, destacando los restos hallados en Tell as-Sultan (Jericó), Jarmo (Irak) y Çatalhöyük (Anatolia).
Edad de los Metales


Complejo megalítico de Stonehenge.

La última fase prehistórica es la llamada Edad de los Metales, pues la utilización de elementos como el cobre, el bronce y el hierro supuso una gran transformación material para estas antiguas sociedades. En el llamado calcolítico surgió el megalitismo, monumentos funerarios en piedra, destacando el dolmen y el menhir, o el cromlech inglés, como en el magnífico conjunto de Stonehenge. En España se formó la cultura de Los Millares, caracterizada por la cerámica campaniforme y las representaciones humanas de figuras esquemáticas de grandes ojos. En Malta destacó el conjunto de templos de Mudajdra, Tarxien y Ggantija. En las islas Baleares se desarrolló una notable cultura megalítica, con diversas tipologías de monumentos: la naveta, tumba en forma de pirámide truncada, con cámara funeraria alargada; la taula, dos grandes piedra colocadas una vertical y otra encima horizontal; y el talayote, torre con una cámara cubierta de falsa cúpula. En la Edad del Hierro destacaron las culturas de Hallstatt (Austria) y La Tène (Suiza). La primera se dio entre los siglos VIII y V a. C., caracterizada por las necrópolis con tumbas de túmulo, con cámara mortuoria de madera en forma de casa, a menudo acompañada de un carro de cuatro ruedas. La cerámica era polícroma, con decoraciones geométricas y aplicaciones de adornos metálicos. La Tène se desarrolló entre los siglos V y I a. C., ligada a la cultura celta. Destacó por sus objetos en hierro (espadas, lanzas, escudos, fíbulas), con diversas fases de evolución (La Tène I, II y III), que al final de esta era recibió las influencias griega, etrusca y del arte de las estepas.

miércoles, 11 de junio de 2014

ARTE EN LAS CIUDADES

 ARTE EN LAS CIUDADES
La ciudad es el ámbito en el que se desarrollan actualmente las manifestaciones artísticas más reconocidas y relevantes. La urbe ha sido y continúa siendo en este sentido campo de actuación privilegiado, escenario mutante en que diversos y complejos factores ideológicos determinan o son influidos por las prácticas artísticas. Esta dialéctica entre arte y ciudad posee un enfoque poliédrico y con múltiples parámetros de atención, que estimulan un enfoque transversal y multidisciplinar al tema, tanto en el ámbito del diseño urbano como en el del arte público, la presencia de espacios para el arte o la iconografía urbana.
Con este carácter interdiciplinar, el Grupo de Investigación Arte, Arquitectura y Comunicación en la Contemporánea viene desarrollando sus investigaciones y actividades que se plasman sobre todo en las Jornadas Internacionales Arte y Ciudad que desde el año 2008 viene celebrando. Fruto de esos encuentros y de las investigaciones realizadas y también en curso, es este volumen extraordinario que ahora presentamos.
 
 La obra de arte público, se ubica en el escenario urbano, configurando múltiples entramados simbólicos, en los cuales confluye la percepción del sujeto y la experiencia visual de la misma, dando lugar a la fusión entre el mundo de la representación artística y los hechos de la cotidianidad. Las obras de arte, han establecido en el paisaje urbano, un territorio estético en donde se construyen las interacciones comunicativas, producto de la apropiación del objeto estético y la asunción de significados individuales y acuerdos colectivos.
Palabras claves: Arte público, ciudad, comunicación, estética.
Abstract
Public Art is placed in the urban scenary, creating multiple simbolic nets, in which the perception of the observer and the visual experience assemble in one, given place to the fusion between everyday activities and the artistic representation. The work of art has established in the urban landscape an estethic territory where communicative interactions are built, as a result of the appropiation of the estethic object and the adoption individual meanings and collective agreements.

En el entramado urbano se establece una dinámica comunicativa y estética que determina la consolidación de redes simbólicas, las cuales anudan el sentido cultural, la apropiación del espacio público y la confrontación de recorridos, en territorios que se dispersan entre el tráfico y las construcciones urbanas.
El arte público se nutre con elementos simbólicos, tanto de referencia como de orientación en la ciudad, estableciendo una relación armónica o disarmónica entre los individuos, los territorios y las lecturas de los paisajes urbanos a los cuales se incorpora el color, el movimiento, la forma de un objeto que genera imágenes, evocaciones o rupturas. A su vez, permite recontextualizar la construcción geométrica de la urbe, propiciando los niveles de representación que se establecen desde el concepto plurisignificativo de sus formas y de la apropiación del espacio que ocupan, un continente de expresión “propiciador del símbolo (la historia y la memoria), de la fiesta, el juego, del encuentro, del intercambio, de la conversación”(1).
A partir de las relaciones que se conciben en dicho espacio, el arte público (objeto, volumen, acontecimiento) se materializa, formulando interrogantes sobre el sentido del espacio en sí. Por consiguiente, se trata de una obra que se posiciona en un espacio, combinando la percepción directa de su composición con la intangibilidad de la acción.
El levantamiento de la obra modifica el contexto urbano creando una nueva codificación, un lenguaje que pulsa por todos los ámbitos de la ciudad, como resultado de la arquitectura, del urbanismo y del arte. En este sentido, Armando Silva plantea que “hay representaciones urbanas que nacen de la geometría, pero también las hay provenientes de la construcción física del espacio o, igual, de un mundo cromático de color urbano, o de símbolos vernaculares o de un cambio en los puntos de vista urbanos”(2).
La ciudad como entramado, constituye un conjunto que puede ser visto tanto desde el entorno inmediato, como desde la complejidad de las relaciones interactivas que ha ido configurando desde sus trazados iniciales, en cuya base se establece la tríada espacial del santuario, el ámbito público y el espacio privado, como las instancias que permiten definirla y, que marcan el tema fundamental de la convivencia urbana: “Si se escucha la voz de la ciudad, se oyen referencias constantes a las instituciones, al tiempo y a los lugares, a los modos de movimiento y a los tipos de relación social que son características de la vida urbana”(3).
El espacio público es intervenido por la movilización compartida de los ciuda
danos en la cotidianidad de sus recorridos, identificando el tejido urbanístico y arquitectónico que engloba su conjunto y anuda el pasado con el presente. Un espacio en cuyo dominio el ciudadano asume la conducción colectiva de problemáticas de interés común, es decir, una construcción diferente del mundo, en la medida en que “se vive un momento en que la calle vuelve a ser reivindicada como espacio para la creatividad y la emancipación”(4). En este ámbito, la circulación del arte público, desdibuja sus fronteras iniciales y se posiciona en el espacio de la ciudad, asumiendo las problemáticas propias del arte contemporáneo, mediante la desmitificación de las formas y tendencias que le obligaron, en un momento no muy lejano de la historia, acceder a definiciones y parámetros estéticos tradicionales. 
 
En la ciudad contemporánea, la obra de arte público evidencia su pérdida de autonomía, una ruptura con las lógicas del monumento y el espectáculo, en un proceso de consolidación estética que enriquece el paisaje urbano, permitiendo la movilización de sentidos y fortaleciendo niveles expresivos, que establecen la comunión entre el mundo cotidiano y las determinantes de una política ciudadana que, a su vez, democratiza el acceso a la obra de arte, la apropiación de un espacio que tiene que ser asumido “como una entidad, como un imaginario social y cultural, como un referente obligado para el devenir del ciudadano”(5), el cual propicia y presencia una interlocución entre las percepciones individuales de la ciudad, las proyecciones colectivas y las transferencias latentes en cada obra a partir de las experiencias del artista.
Como imperativo de la Modernidad, el arte público adquiere connotaciones que le son esenciales para cumplir su función de emplazamiento, generando una ruptura con el pasado y una pérdida de su autorreferencialidad que se traduce en síntesis y abstracción. En este sentido, el monumento tradicional se desplaza en su valor, se diluye en su forma pero trasciende en contenido, potenciando una representación que deja de ser etérea para convertirse en experiencia vívida, capaz de acogerse a las mutaciones de la sociedad como colectivo y del ser social inmerso en ella.
Esta nueva condición del arte público en tanto evanescencia y ensimismamiento, entra a caracterizar la producción artística desde finales del siglo XIX(6), donde el objeto se libera de la inercia de la materia para generar un trabajo plástico moldeado por el ritmo de lo cinético, el engranaje de la máquina, el fusionamiento de arquetipos y la recuperación estética del objeto banal; condiciones que sustentan los proyectos vanguardistas del arte y potencian las actuales tendencias de la plástica en nuestras ciudades.
Así como lo fue en un principio para las comunidades primitivas, todo objeto de la vida cotidiana es susceptible de ser experimentado como elemento estético, cuando éste es elegido por el artista y postulado dentro de un conjunto expresivo que absorbe su sentido utilitario, para resurgir bajo un nuevo rótulo y una nueva opción de pensamiento.
De esta manera, el arte disuelto en la vida cautiva la voluntad del artista y se abre al juego libre de las facultades del ser, para que las obras representen lo que realmente se juega en ellas: la paradoja de la existencia. Una apertura en donde el ritmo se circunscribe a la disolución de la forma, la “desfiguración”, lo visible y lo invisible como soporte del vacío espacio-temporal, de una contemporaneidad ambigua y reconociblemente efímera, en donde lo inerte cobra vida en la representación de sus naturales mutaciones y lo vivo se hace partícipe sólo en la inminencia de su muerte.
En una alusión a Rosalind Krauss, Xibille denomina ésta como la “condición negativa del monumento”(7), su dinámica inicia la etapa que caracterizará la modernidad en el arte público, configurándolo como abstracción, como puro señalador. Una dinámica del representar estético donde un ‘objeto’ descontextualizado y funcionalmente desplazado, puede ser traspuesto o convertido a un ‘conjunto’ o elemento autorreferencial, que representa primordialmente sus materiales o el proceso de su producción ensimismamiento; en la escultura, se puede interpretar como un proceso de movilización en el cual ella se dirige hacia abajo para absorber el pedestal en sí mismo y lejos de su lugar verdadero, enfrentar nuevas confrontaciones con su nueva forma.
En el arte público, estas dinámicas de la Modernidad, amplían la óptica de la deconstrucción, en tanto reconfiguración, de esta manera el arte cumple con su llamado a “acompañar al hombre allá donde transcurre y actúa su vida infatigable: en la mesa de trabajo, en la oficina, en la labor, en el descanso y en el ocio; en los días laborales y en los festivos, en la casa y en la carretera, para que la llama de la vida no se apague en el hombre”(8).
Las calles y las plazas se recuperan para la expresión y la ciudad se transforma en su fisonomía, desencadenando una reacción, donde la obra artística se abre en multiplicidad de fragmentos, yuxtapuestos o enfrentados, que interactúan con las contradicciones y convergencias de una colectividad ávida de sensaciones, de pulsaciones, de vacíos y silencios. Además del sentido primordial de las obras, cuentan sus virtualidades significativas, contextuales y marginales, para entender la lógica de la intercomunicación entre el ciudadano, el objeto artístico y el espacio en el cual ambos cohabitan, en tanto escenarios de encuentro, que “tienden a coincidir progresivamente con las funciones de intercambios y los eventuales apéndices culturales que se derivan de ellas (salas de reunión, teatros, etc.)”(9).
Los recursos expresivos se confrontan a través de los diálogos de la intervención social en los espacios de la ciudad, a partir de un lenguaje que afecta al colectivo social, y que es puesto en escena a partir de dos posibilidades(10), por una parte la actuación plástica, es decir, la expresión manifiesta del acto creativo, y el ejercicio perceptivo-intelectivo, como un modelo de intervención, y la decoración, como segunda posibilidad, consolidada a través del mobiliario urbano y del embellecimiento de los espacios con objetos estéticos, no necesariamente artísticos, en donde no obstante, interviene la actuación plástica como elemento determinante(11).
A la luz de los planteamientos expuestos, la obra de arte público en las ciudades contemporáneas, sufre modificaciones estructurales en cuanto a su naturaleza material y a sus fórmulas expresivas, referidas a la hibridación entre lo ‘neo’ y la vigencia de tradiciones, creando un espacio que “para el ser humano, o ser viviente en la cultura, es una vivencia material que en su significación no se hace fácilmente visible, aunque su emergencia es indiscutible en su abrumadora presencia”(12), y que aunque emana de las adquisiciones del pasado, se presenta como una estela de renovación en donde se confrontan las tendencias vanguardistas de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Los nuevos estilos parten de configuraciones formales hasta impregnarse de la caracterización moderna de lo efímero. En su esencialidad significativa la abstracción asume entonces, las propiedades universales de los planos, dándole especial relevancia a los ángulos y a las connotaciones de vacío, como inspiraciones no figurativas que determinan la gestualidad en el ensamble y la convergencia de materiales.
Estas nuevas propuestas permiten que la obra se inserte en la ciudad como un valor que participa y, a su vez, modifica las realizaciones arquitectónicas y humanas, estableciendo relaciones entre los planos y el vacío, la luz y las sombras, las texturas y las líneas, delimitando la movilidad perceptual. En ese juego alternante entre los objetos propios de la cotidianidad como la tierra, el agua, la piedra, los metales, el cemento y la gama de las aleaciones posibles, se estructuran dispositivos y ensamblajes que garantizan el acopio de la obra en el tiempo y en el espacio, dos dimensiones que permanentemente la alteran, formando nuevos ángulos de percepción, transformaciones que responden a la inmanente mutabilidad de la obra de arte.
Las dinámicas significativas que asume el Arte Público, lo ubican como un elemento simbólico de percepción estética, y de referencia y orientación para los habitantes de la ciudad. A partir de él, se establece una relación armónica entre los sujetos y los territorios al incorporar valores estéticos (formas, color, movimiento), a un hecho u objeto para generar nuevas lecturas del paisaje urbano, traducidas en evocaciones, contrastes, rupturas e impresiones que convocan la voluntad del otro, que se aduce hombre público.
En este sentido, se asume lo público, como aquello determinado por el dominio de los ciudadanos en la conducción colectiva de intereses comunes, es decir, una manera de intervenir en la construcción compartida del mundo. En palabras de Fabio Velásquez, lo público está dado básicamente como “un ámbito de encuentros y confrontación...”(13), asociado al desvelamiento de los objetos existentes tanto en la intimidad (esferas de lo privado) como en los espacios de circulación propiamente urbanos, constituyendo un territorio vital para el desarrollo de las relaciones sociales. De esta manera, la ciudad se presenta como la suma de lo público y lo privado, estableciendo una entidad, que en todos los ámbitos de la vida cotidiana, genera sentidos estéticos, estructuras de comunicación y conflictos individuales y colectivos.
El espacio público “no es la simple prolongación de un espacio físico natural. Es, por el contrario, un espacio instituido, construido por los hombres gracias a su esfuerzo y al uso de su razón”(14), un espacio para la interacción de la pluralidad, en un organismo comunicativo que se desborda a los límites de la expresión simbólica, configuradora del sentido primario de toda relación. En otros términos “la ciudad -la polis- es el lugar de la convivencia, la tolerancia y la socialización y, por lo tanto, el lugar de creación de la cultura”(15). 
 

Cultura de Ecuador

Cultura de Ecuador

Ecuador es una nación multiétnica y pluricultural. Su población sobrepasa los 14 millones de habitantes. De ella, más de 5 millones y medio viven en la Sierra. En la Costa del Pacífico la cifra se acerca a los 6 millones y medio. En la Amazonia hay más de 600.000 habitantes, y en Galapagos cerca de 17.000.
Habría que considerar la diversidad étnica y regional de Ecuador para analizar su cultura. Étnicamente esto esta marcado por la presencia de mestizos, afroecuatorianos, y Blancos; así como regiones como son la costa, la sierra, el oriente y la región insular, todas estas con especificidades muy ricas.
 

Lenguas del Ecuador


Mapa de los principales dialectos del español del Ecuador.

Las lenguas barbacoanas constituyen una de las principales familias autóctonas del Ecuador.
El idioma Español es la lengua más hablada en el Ecuador. Existen diversas variantes locales del español, así como modalidades de acuerdo a la etnia, la clase social o las alternativas ciudades/área rural. El acento serrano es muy diferente al costeño, aunque se usan algunos modismos comunes. De todas formas, hay palabras y usos regionales específicos.
Dentro de la costa, por ejemplo en Esmeraldas, se habla el dialecto costeño ecuatoriano con una variante levemente africanizada. Principalmente se tiende a hablar en la costa una versión ecuatoriana del español ecuatorial. Este puede variar mucho, dependiendo de la clase social y el ámbito urbano o rural.
En la sierra se habla la versión ecuatoriana del español andino. Este se caracteriza por el uso de quichuismos o palabras prestadas del quichua y también una clara influencia quichua en la pronunciación. Existen variantes regionales del dialecto andino ecuatoriano. Así pues destaca el dialecto de la sierra norte en la provincia del Carchi o como diríamos coloquialmente el acento . También existe el dialecto morlaco de Azuay y Cañar. Desde Pichincha hasta Chimborazo se mantiene un acento constante de sierra central. También la clase social determina cómo se habla el dialecto serrano ecuatoriano. Suele existir en las clases adineradas serranas la tendencia a tratar de evitar la influencia quichua y los quichuiseergermos en el habla.
Según el censo de 2001,1 el 94% de la población habla español y el 4,8% habla alguna lengua nativa (3,7% hablan lengua nativa y español; 1,1% hablan sólo una lengua nativa). De las 13 lenguas nativas que fueron contabilizadas por el mencionado censo, el quichua, hablado por el 4,1% de la población, es la más difundida. La segunda lengua nativa es el shuar, hablado por el 0,4% de la población. Las restantes lenguas registradas por el censo son: paicoca, secoya, shiwiar, siapedie y zàparo

Fiestas populares

El Ecuador es parte del área cultural andina, uno de los focos de más alto desarrollo civilizatorio en el planeta. Por esta razón existen muchísimas fiestas tradicionales que tienen remotos orígenes prehispánicos, a la vez que han sido capaces de enriquecerse con diversos elementos de las tradiciones mediterráneas que trajeron los colonizadores españoles. Las fiestas populares, pueden dividirse en ancestrales o indígenas, tradicionales mestizas y cívicas. Entre las primeras destacan las fiestas de los equinoccios y solsticios, que en la época colonial fueron calzadas en el calendario católico. De esta manera se destacan las fiestas del Carnaval en la provincia de Bolívar (Guaranda), en donde aparece el personaje del Taita Carnaval. Siguen las fiestas del ciclo del Inti Raymi, especialmente en el centro-norte de la sierra, que se inician con las celebraciones de Corphus, siendo las más célebres las realizadas en Pujilí, donde aparecen los famosos danzantes de Corphus o Las Yumbadas de Cotocollao en Quito. Las fiestas de San Juan, muy celebradas en la provincia de Imbabura y la fiesta de San Pedro, muy comunes en los cantones de la sierra norte de Pichincha. En el equinoccio de primavera para el hemisferio sur (donde se encuentra la mayoría del territorio nacional) se celebran las fiestas del Coya Raymi en el cantón Otavalo, junto con la fiesta del Yamor, una ancestral chicha de maíz hecha con siete variedades de maíz.
Entre las fiestas tradicionales mestizas, por su riqueza simbólica y sus implicaciones histórico-culturales, se pueden destacar: La diablada de Pillaro, El Carnaval de Guaranda, La Semana Santa de Alangasí, La Fiesta de San Pablo y San Pedro en la provincia de Manabí, La romería y fiesta de la Virgen del Cisne en Loja, La Fiesta de la Virgen de Guápulo, La fiesta de la Mama Negra en homenaje a la Virgen de las Mercedes en Latacunga, Los Rodeos Montubios de las provincias de Guayas y Los Ríos, La Fiesta de San Lucas en Llacao en Azuay, El Pase del Niño en Cuenca, y los Años Viejos en todo el país, especialmente en la ciudad de Guayaquil, en la cual la creatividad popular se evidencia en la construcción de variados y descomunales muñecos de Año Viejo, verdaderas esculturas de papel y cartón.
Entre las fiestas cívicas, se destacan las celebraciones de la Independencia, como el 10 de agosto en Quito o el 9 de octubre en Guayaquil, así como otras que conmemoran la reconstrucción de ciudades que han sufrido devastadores terremotos, como la Fiesta de las Flores y las Frutas en Ambato, o la Fiesta del Retorno en Ibarra.
 

 

 

 

 

 

 

 

AGRICULTURA

 

El vocablo agricultura hace referencia al conjunto de prácticas y conocimientos orientados al cultivo del suelo. Es decir, consiste en una serie de procedimientos realizados en el medio ambiente a fin de lograr la aptitud del mismo en relación con el desarrollo de la siembra.
Existen distintos tipos de agricultura:

Según la dependencia de agua:
DE SECANO: es aquella desarrollada sin el riego de un agricultor. De esta manera,  el agua se obtiene a partir de las lluvias o el suelo.
DE REGADÍO: la agricultura de regadío se caracteriza por recibir el suministro de agua a través del agricultor. Esta es aportada por medio de cauces naturales o artificiales, por ejemplo.

Según la magnitud de su producción:
AGRICULTURA DE SUBSISTENCIA: su desarrollo tiene como finalidad cubrir las necesidades de un pequeño grupo de individuos, por lo que la cantidad producida es escasa.
AGRICULTURA INDUSTRIAL: las cantidades producidas son inmensas ya que esta clase de agricultura se lleva a cabo con el propósito de comercializar el producto. Es característica de los países industrializados y de los llamados “en vías de desarrollo”. 

De acuerdo al rendimiento y la utilización de medios de producción:
AGRICULTURA INTENSIVA: es típica de las naciones industrializadas, y el objetivo de la misma consiste en obtener una gran producción en un espacio relativamente reducido. De esta manera, el lugar tiende a su deterioro.
AGRICULTURA EXTENSIVA: es practicada en una superficie amplia, por lo que el desgaste en el suelo utilizado es menor. Sin embargo el rédito económico tiende a ser  pequeño.